23/10/09

En el mundo, cuando este había recién nacido, los hombres se dedicaban con natural inocencia a cazar para sobrevivir, sobrevivir para comer.
Todavía eran de barro y tierra. Esperando el momento para avanzar.

La luna y el sol eran soberanos del universo.
Amantes de lo infinito, eran los señores que todo lo ven.

Una noche de viento furioso una niña perdió su rumbo hacia la aldea.
Dolorida y hambrienta decidió reposar sobre una duna en el medio del horizonte.
Pensó en la muerte que pronto dejaría de ser un misterio y ella podría reunirse con los dioses. Preguntarles por que se habían llevado a su madre o por que esas flores lilas que tanto le gustaban florecen solo una vez en el invierno.
La respiración se hacia mas leve, y el reflejo de la luna se veía borroso sobre sus pálidos ojos. Entonces el caparazón de barro que la detenía comenzó a derretirse, en forma de luz la niña retornaba hacia los cielos. En ese celestial camino pudo ver la belleza que las estrellas poseen. Ella quiso una estrella. Se desvío del camino hacia la muerte y la niña se robo una estrella.
Plena luz invadía el alma de la niña mientras volaba salvajemente por los cielos.

Furioso el viento le contó al sol como la niña había escapado del camino de la muerte para robar santo tesoro. El sol disparo un rayo que fulmino el alma y la estrella en miles de pedazos.
Cada pedazo recorrió el mundo instalándose en las maravillas del mundo:
En el anciano que estaba siendo devorado por un lobo en el campo, en el lobo, los aldeanos, los árboles y los pájaros. En ese recién nacido.

Fue como si el cielo estuviese llorando estrellas. La luna triste se apiado de la niña y se quedo con un pedazo de ella, concediéndole un deseo. Poder ver las flores lilas florecer durante todas las estaciones. Luego la luna se retiro y un eclipse arropo al mundo para luego
Ver como en todo lo verde nacía una flor lila.

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